Desde que tuve mi primer chapuzón en los cenotes de Yucatán quedé fascinada con la frescura de sus aguas y del ambiente primitivo de su interior. Casi que tenía flashbacks de la memoria de mi ADN donde regresaba a ser cavernícola y pensaba que no era tan mala idea vivir dentro de un cenote, al fin y al cabo, siempre he querido una casa con alberca…
Es innegable la belleza natural de los cenotes y no culpo a nadie que decida pasar sus vacaciones sumergido en ellos, explorando cada uno de sus rincones y sintiéndose anfibio. Es un sentimiento compartido y es notable, sobre todo en los periodos vacacionales donde he observado cenotes atisbados de personas tomándose fotos, niños en sus flotis y uno que otro aventurero aventándose clavados que, casi siempre, terminan en dolorosas caídas de panza.
Pero me pregunto ¿qué son los cenotes? ¿son sólo balnearios primitivos?
A demás de nadar en ellos, me di un chapuzón en la información que se tiene de los cenotes encontrando datos bastante interesantes:
- Son las únicas expresiones de agua dulce en la Península. Sí, yo tampoco me lo creía, pero cuando me di cuenta de que la Península es tan porosa que hace que todo se infiltre y nada quede en la superficie entendí que no hay más dónde buscar.
- Son conexiones directas al acuífero de Yucatán. Para aumentar la importancia, son accesos directos al único reservorio de agua dulce que tenemos para abastecernos en la Península, sin exagerar, eh.
- Son cápsulas del tiempo de la historia de la humanidad. No te miento cuando te digo que han descubierto restos casi intactos de humanos que vivieron hace 13.600 años.
- Ahí viven los aluxes. Tienen una importancia cultural muy grande en la región, no me cabe duda después de saber que los cenotes son los responsables de los asentamientos mayas.
- Los organismos que viven ahí son increíbles. Adaptarse o morir, he ahí la cuestión. Fuera de mis intentos Shakesperianos de explicar esto, diré que los organismos que han logrado sobrevivir en estos ambientes tan únicos son igual de especiales. Tienen adaptaciones geniales, como ver sin ojos, ser trasparentes o blancos e incluso aguantar largos periodos sin una pizca de comida.
Necesitaría muchas entradas de este blog para compartirles lo poco que conozco de ellos (y afortunadamente, lo haré) pero con estos datos, mi visión hacia los cenotes cambió drásticamente. Los veo como venerables ejes de culto, como centros de diversidad biológica increíbles, como fuentes dadoras de vida.
Sí, sigo nadando en ellos, pero ahora es inevitable que cada que esté en uno me sienta tan rodeada de vida, incluso si no hay ningún humano a mi alrededor. Espero que después de esto, tú también.